Suso López, director del Instituto Terapéutico Barbanza Adicciones: «No es vicio, es una enfermedad»
Denuncia la falta de atención de la sanidad pública hacia las adicciones
ADRIANA QUESADA / m. x. b. RIBEIRA/ LA VOZ
BOIRO
Suso López Outeiral (Boiro, 1967) es el director del Instituto Terapéutico Barbanza Adicciones (Iteba), que inició su andadura hace un mes. Siendo un adicto en recuperación que ha vivido las consecuencias de esta problemática desde una posición personal, asegura que uno de los grandes problemas que hay a este respecto es que existe una gran desatención por parte de los servicios públicos y desde el ámbito de la educación.
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—¿Qué hay detrás del nacimiento del Iteba?
—La idea nace porque yo soy un adicto en recuperación y tengo una gran vocación para intentar ayudar a otras personas que estén inmersas en este problema. El objetivo es que estos ciudadanos consigan vivir fuera del mundo de la adicción, ya sea a sustancias o a cualquier otra cosa.
—¿En qué afectan las adicciones a la vida de una persona?
—Las adicciones afectan a toda la vida personal de la víctima: el entorno familiar, laboral, económico… Llega un momento en el que la vida del adicto es ingobernable, pierde el control.
—¿Cómo anima el Iteba a estas personas a pedir ayuda?
—Hay una parte de intervención en la que yo asisto, si me lo pide algún familiar o amigo, para mostrarle a esa persona que su principal problema es la adicción. La gente suele ir a un centro de salud con multitud de enfermedades que tienen detrás una cuestión de este tipo, por lo que hay que hacerle ver que su principal problema es ese. Tiene que saber que tratando eso solucionará lo demás.
—¿Tiene una buena aceptación?
—Sí, porque la gente viene desesperada, no sabe qué hacer y desde el punto de vista de la salud pública no hay prácticamente nada.
—¿Diría que los servicios públicos desatienden esta enfermedad?
—Por supuesto, no hay absolutamente nada. Si uno va con un problema de adicción al juego a cualquier centro no lo van a internar ni ayudar en nada.
—¿A nivel social siente que hay rechazo hacia estas personas?
—Somos los leprosos del siglo XXI. La gente nos trata y nos mira mal. Consideran que solamente es un vicio cuando la Organización Mundial de la Salud ya la define como una enfermedad mental.
—¿Cuál es el primer paso para cambiar la forma de ver a la gente con adicciones?
—Ser consciente de que no es vicio, es una enfermedad. No es gente que va demasiado de fiesta, solo hace falta ver las caras de todas esas personas que llevan tantos años siendo adictas, que parecen desorientadas. No son caras de felicidad, porque las adicciones son una enfermedad que causa mucho sufrimiento en quien las padece y todos los que le rodean.
Curiosamente todos hablan de esto como si fueran médicos; casi nadie sabe nada, pero todo el mundo opina.
—¿Es más grave una adicción que conlleva el consumo de sustancias?
—No, todas las adicciones terminan en las mismas tres consecuencias: hospitales, cárcel y muerte. El problema del adicto es el sufrimiento que padece, por lo que no tiene que ver.
—¿La pandemia ha potenciado los casos de adicción?
—Yo creo que lo que ha pasado es que el adicto no ha podido seguir escondiéndose, continuando con esa doble vida que acostumbraba a llevar, y muchas familias se han dado cuenta de lo que estaba pasando.
—¿Ha habido un incremento de adicciones en los más jóvenes?
—La gente más joven ha empezado a engancharse mucho al juego y a la marihuana. Cuando escucho hablar de que no hay ningún problema con el THC me gustaría poder enseñar a todos los jóvenes que están con brotes psicóticos sin vuelta en los psiquiátricos por culpa del consumo de esta sustancia.
—¿Qué es lo que está fallando con los jóvenes?
—Falta prevención en las aulas, pero también dentro de las casas. No es posible que, por ejemplo, haya padres intentando dar autorizaciones para que sus hijos menores de edad puedan consumir alcohol cuando eso con la cocaína sería algo impensable.
—¿Cómo animaría a una de estas personas a buscar ayuda?
—Le diría que busque ayuda, porque es imposible salir de la adicción por uno mismo. El adicto lo intenta, pero no es capaz; la única forma es pedir ayuda y asumir que tiene una enfermedad.